Hace cinco siglos comenzó el viaje más demencial de la Historia de España, el de Juana la Loca con el cuerpo embalsamado de su esposo.
La comitiva real llegó a las puertas del monasterio de Santa María de Escobar pero no las traspasó. Escobar era un monasterio de monjas cistercienses, y la reina no podía soportar que otras mujeres, ni que fueran monjas, estuviesen cerca del rey, a tal punto la atormentaban los celos.
Que el rey llevase muerto más de medio año no servía para paliar el amor posesivo de la reina de Castilla por Felipe el Hermoso. Esa cruda noche a la intemperie, con toda la Corte incluida su hija de tres meses, tiritando en medio del páramo castellano, haciendo sacar una vez más el cadáver del féretro para su reconocimiento, doña Juana se ganó definitivamente el apelativo de la Loca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario